Wednesday, December 27, 2006

Borges y yo de El Hacedor - Jorge Luis Borges

Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por
Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco
de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y
veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico.
Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografia del siglo xviii,
las etimologias, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro
comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las
convierte en atributos de un actor. Seria exagerado afirmar que nuestra
relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda
tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta
confesar que ha logrado ciertas paginas válidas, .pero esas paginas no
me pueden salvar, quizá porque to bueno ya no es de nadie, ni siquiera
del otro, sino del lenguaje o la tradición. Por to demás, yo estoy
destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mi
podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me
consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió
que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente
quiere ser pledra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en
mi (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que
en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace
años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologias del arrabal a los
juegos con el tiempo y con to infinito, pero esos juegos son de Borges
ahora y tendré que idear otras cosas. Asi mi vida es una fuga y todo to
pierdo y todo es del olvido, o del otro.
No sé cuál de los dos escribe esta página.

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