Wednesday, November 22, 2006

De El Pasado- Alan Pauls

Liberado y todo, sin embargo, Rímini empezó a sentir cierto empalagamiento, como si, de tan civilizada, la separación irradiara el perfume demasiado dulce de una fruta tardía. Era curioso: la extinción del amor no hacía sino multiplicar las formas, los cuidados, las atmósferas del amor. No hubo controversias sobre la sucesión de los muebles, pero más de una vez, en el transcurso de la mañana que pasó en Belgrano ejecutándola, Rímini sintió que sudaba más de la cuenta, que se le encabritaba el corazón, que estaba a punto de desmayarse. Viajaban de habitación en habitación como una pareja de tasadores enternecidos, y Sofía, deteniéndose en algún mueble, evocaba con una exactitud fotográfica el momento y el lugar en que lo habían comprado, el tiempo que les había llevado encontrarlo, cuánto habían pagado por él, adónde habían ido después a festejar, todas las marcas que los años y el amor habían dejado en él. ¿Era posible recordar tanto, tan bien? ¿No estaría inventándolo todo? No, no, era tal cual.

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